domingo, 26 de junio de 2011

1969-2011: "¿Qué notas son estas?", según Celia


Debido a las marcas culturales que se recibían, los chicos aprendían a obedecer a  sus mayores sin cuestionarlos, a ser pasivos, a ir a la escuela siempre y no solo cuando se quieran levantar, a respetar a los maestros  (y si te ponían mala nota era porque se suponía que te lo merecías y no porque la maestra era una “mala persona” que te desaprobó porque sí, como piensan algunos ahora). Es decir, la escuela estaba legitimada por la sociedad, los padres le daban toda su confianza a los profesores ya que ellos eran los que iban a educar bien a sus hijos.  Sin embargo, en la actualidad, se perdió la autoridad de aquellos que enseñan, los padres y alumnos no aceptan la educación totalmente, la cuestionan, desde una nota o la forma de enseñar hasta los contenidos. 
Entonces pregunto…  como futuros profesores ¿qué fue lo que sucedió, en medio de esas dos sociedades diferentes anteriormente mostradas, para que se produzca tal crisis? Y ¿hasta qué punto debemos adecuarnos a las nuevas generaciones para poder seguir enseñando? ¿O nos reemplazarán directamente por las tecnologías?

sábado, 18 de junio de 2011

LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO Y EL APRENDIZAJE (¿Por qué tan apurados?)

hola amigos/as les adjunto un muy interesante texto de don Alejandro Dolina para leer y discutir entre todos, abajo puse unas preguntas para que reflexionemos entre todos, un abrazo.

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.
En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez:

“….haga el bachillerato en 6 meses,

vuélvase perito mercantil en 3 semanas,
avívese de golpe en 5 días,
alcance el doctorado en 10 minutos…..”

Quizá se supriman algunos… detalles. ¿Qué detalles? Desconfío.
Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.
Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.

El origen

¿Por qué florecen estos apurones educativos?
Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las “señoritas livianas”, los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.

Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas.
O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo.
O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio.

Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando “Desde el Alma” sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.
Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.
Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente. Gane mucho “vento” sin esfuerzo ninguno.

No me gusta.

No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.
¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!
El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. “Nunca termina uno de aprender” reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.

Propongo
Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo.
“Aprenda a tocar la flauta en 100 años”.
“Aprenda a vivir durante toda la vida”.
“Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad,
ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría.
Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje”.

POR ALEJANDRO DOLINA

Estas de acuerdo con este texto? Que dirían ustedes si sale una academia a entregar diplomas de profesor de informática en cursos de 5 meses? En la informática, hay aspectos que se deberían suprimir o aprender rápidamente?

Opino que conseguir un trabajo digno y bien pago, no debería la única causa para aprender. La verdadera causa, creo es disfrutar del saber y a través de ello ser libres.

domingo, 12 de junio de 2011

Los efectos del chat

¿Qué reflexión les provocan estos chistes? Como usuarios del género chat, como alumnos y/o docentes...

viernes, 3 de junio de 2011

Las lecturas

Luego de leer, muchas veces me he preguntado ¿”Qué estoy haciendo al leer”? Buscar esa respuesta me ha costado varios minutos de mi tiempo, tiempo no perdido, por supuesto, pero ¿cuál es la acción de leer?, por allí alguien dijo que: el lector recoge, lo que previamente junta; yo me pregunto – si ya lo junté, ¿a dónde va?. En mi caso particular me costó entender esa acción que se produce al leer, lo recogí, en dónde lo pongo? ¿Lo podré usar luego? ¿Lo encontraré? ¿Quedará luego de mi lectura “un cadáver”?
Otros dicen: “El lector es un pasajero. El pagó su boleto, compró el libro. No sabe cómo se conduce la nave, solo quiere gozar en ella…”; pero, ¿y si te aburre el viaje o te quedas dormido porque realmente no te interesa?…
Creo que estas preguntas rondan en las cabezas adolescentes (y otras), por esto se buscan formas o maneras de hacerse entender y está claro que lo logran, aunque para leer, solo necesitás electricidad o claridad, y esta puede ser brindada por la llama de una simple vela que, al mirar el título de un libro interesante, nos obliga a ojear el contenido, sabiendo que nos llevará a un puerto más seguro y, si nos entregamos a su autor, nos llevará a su secreto tan profundo y guardado en cada renglón, ¡ves…! ya vamos en viaje…
Es verdad que la sociedad piensa que no llegaras a ser un intelectual, porque preferís chatear en vez de leer el libro (de cocina) que mando la Seño.
Yo estoy convencida de que “la educación es la llave” que nos permite adquirir las herramientas necesarias para el desarrollo de la sociedad, la información de las nuevas tecnologías y la comunicación en todos sus ámbitos. Creo que solo de esta manera se puede garantizar el logro de mantener el conocimiento y la plena soberanía de su evolución.
Y vos, ¿qué pensas? Cuando lees, ¿creés que los otros entienden más que vos al leer lo mismo?
ROMINA PÉREZ